 El pasado día 21 de octubre, martes, sobre las 21 h, cuando se dirigía a su casa después de salir de su trabajo como Maestro de Educación de Adultos en un centro cercano a su domicilio, parece ser, según las informaciones incompletas que me han llegado, que nuestro compañero y amigo ISAAC GÓMEZ ESCALADA sufrió un desmayo y/o fue atropellado por un vehículo que se acercaba a velocidad reducida, siendo trasladado inmediatamente a un hospital de Madrid para ser tratado de sus traumatismos, que no pudo superar, pues falleció a los dos días, el día 23 por la mañana.
Como donó sus órganos, según tenía dicho a su esposa, sus restos mortales tardaron en llegar al Velatorio del Tanatorio Sur de Madrid, pues hasta las 16,30 h del día siguiente, viernes, no pudimos comenzar a darle nuestro último adiós, tanto los familiares más allegados como los compañeros del centro escolar donde trabajaba y sus amigos, así como bastantes compañeros y amigos de los colegios salesianos por donde estuvo como estudiante. Éstos, residentes principalmente en localidades de la Comunidad de Madrid, pertenecían a su curso y a otros cursos superiores e inferiores, llegando a ser alrededor de dieciocho.
Su esposa Loren, así como también sus hermanos y sobrinos, recibieron el sentido pésame de cuantos nos acercamos a compartir su dolor y a darles nuestras muestras de afecto y compañía por el compañero y amigo fallecido inesperadamente, a pocos meses de jubilarse, acontecimiento esperado que sucedería al finalizar el presente curso escolar.
 Loren, su esposa, tuvo escaso tiempo para contarme alguno de los proyectos que tenían ambos, como la nueva casa que estaban terminando en Valdepiélagos, una Villa de la Comunidad Autónoma de Madrid, a pocos kilómetros de la capital por la Autovía de Burgos y cercana al municipio de Talamanca del Jarama y al límite con la provincia de Guadalajara. ¡Isaac estaba muy ilusionado con su nueva casa!
A las 19,00 h, nuestro compañero y amigo Antonio Quintana presidió la Eucaristía que celebró en el Oratorio del mismo Tanatorio por su eterno descanso. Asistieron bastantes compañeros y amigos del tiempo pasado con los Salesianos, según me informaron, pues yo tuve que ausentarme antes por asuntos familiares. Debió ser muy emotiva la lectura de la carta que Isaac había entregado a una compañera de trabajo para que se la diera a su esposa si un día le ocurría algo mortal, como en esta ocasión. La leyó durante la celebración.
Al día siguiente, sábado por la mañana, su cuerpo fue incinerado el Cementerio Sacramental de la Almudena.
¡Descanse en paz, Isaac! ¡Siempre estará en nuestra mente y en nuestro corazón!
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